lunes, 15 de diciembre de 2014



Te entiendo perfectamente, nada de esto existe, nada del sueño que te hicieron vivir, nada de los cimientos que tanto barro tragaste por construir, nada de tu lucha fue real, solo esa inseguridad, ese desequilibrio. Entiendo por lo que pasaste y pasarás cada vez que a tu mente caprichosa le apetezca, entiendo lo que dices, entiendo lo que haces.
Lo que no entiendo es por qué las cosas han de ser así, no entiendo por qué nos hará falta tantas mentiras, por qué nos hará falta alguna verdad, no entiendo por qué en otra dimensión nuestra sangre habría sido la misma. Y ahora solo nos une un montón de resentimiento.
¿Qué nos diferencia? Tú caíste en un pozo en el que yo estoy por caer, como ya caí antes en otros, como ya caerás después en otros. ¿Qué nos diferencia si somos pura tristeza? ¿Qué? Si somos resentimiento, si me veo envuelto en tus anhelos y por vergüenza casi no los quiero.
¿De qué nos sirve entonces vivir lo eterno, si casi nunca estaremos enteros? De qué me sirve ganar hoy, si al mismo tiempo tú estás perdiendo.
No te conozco, aunque he pisado tu cielo, siento vergüenza y miedo, pues siento nobles tus celos.